Intervenir en un piso como este impone respeto. Uno querría dejarlo casi casi como se lo encontró, lo que en general suele ser incompatible con las condiciones de confort que esperamos en nuestros tiempos. A veces, cuando el cliente entiende y comparte el gusto y el respeto por las preexistencias es posible hacer una reforma selectiva, y amueblarlo de forma que no se distorsione ese espíritu de otra época que estaba allí antes de comenzar la obra.
Este es el caso de este piso. Las carpinterías exteriores e interiores, las molduras de los techos o los zócalos estaban en muy mal estado pero tanto el cliente como nosotros creíamos que era importante recuperarlo todo. Pieza a pieza se fueron lijando todas las puertas y ventanas, añadiendo las piezas imprescindibles para su estabilidad. Algunos paramentos se dejaron con el estado inicial, uno incluso con restos de cola de un papel antiguo, y otros se rehicieron para posibilitar la compartimentación de un baño y dormitorio. La distribución no se modificó.
También los suelos se conservaron a pesar de que la calidad no era muy buena para evitar tocar tabiquería y respetar al irregularidad de los niveles interiores propios de las deformaciones a lo largo del tiempo.
El piso se distribuye en zona intercomunicada a fachada con cuatro huecos destinados a cocina, salón, comedor y sala. Hacia la parte de atrás tres dormitorios, un baño completo y un aseo. En el antiguo baño, de grandes dimensiones, se crean un baño completo, un aseo y un armario para limpieza y acumulador. Las tres piezas forman un recibidor en madera con tabiquería de tablero ligera que evidencia lo nuevo de esas divisiones.
Una vez terminada la obra, tenemos la sensación de no haber hecho casi nada en una de las obras de nuestro estudio que más trabajo implicó. Nos gusta pensar que esto es un estado más de todos los que llegará y que en algo se reconocerá esta intervención en la próxima.